martes, 23 de febrero de 2010

Costó pero salió.




Hoy debíamos continuar las historias que comenzamos el sábado pasado con la ayuda de Michelina. Otra vez nos esperaba el agua hasta la rodilla en la puerta del convento, pero esta vez la surfeamos con la destreza del que ya vivió esos percances.
Cuando finalmente pudimos sacar el agua del aula, los chicos no querían sentarse, no querían contar su historia, no querían escuchar las historias de los otros.
En el climax del caos recordé cómo me porto yo cada vez que digo “voy a escribir” y recordé los relatos de amigos y amigas en los que se excusaban por no hacer sus pinturas o cuentos, o por haber dejado de bailar, siempre atareados con cosas más importantes. Así llegó a mi cabeza una frase de Michelina: “cuando uno tiene que sentarse a escribir siempre encuentra un placard por ordenar”.

¿Por qué los chicos van a ser dóciles ante la creatividad si los adultos somos gladiadores luchando contra ella?

Ahí nomás cambié el chip y entre todos le fuimos encontrando la vuelta para continuar con el trabajo.
Primero con un grupo reducido repasamos lo que teníamos ya escrito. Al lograr el relato de imágenes y escenas, los otros chicos se fueron enganchando. Entendí que lo importante es lograr que la historia empiece a andar en la cabeza de cada uno, porque cuando anda es tan entretenida que los chicos a lo único que se dedican es a contar lo que va sucediendo. Así terminamos de armar el argumento de “La chica sin cabeza” con aplausos y dibujos ilustrativos incluidos.

La creatividad es un caos, un caos que estuvimos dispuestos a enfrentar cuando decidimos hacer este trabajo. Y hoy me alegró ver que el grupo tiene la cintura como para domarla a pesar de que el agua a veces nos llega al cuello.


Texto: Caro Pierri

Los dibujos de la protagonista: Yesica, nuestra chica sin cabeza:


 

 


Y del chanta: Walter:


 



1 comentario:

Anónimo dijo...

M de Mauro M de Maia = Maravillosos1