Ada
y Marcos son dos hermanos que formaban parte del Deporvida desde hacía años.
Dos pibes buenos, aplicados, trabajadores, atentos con sus compañeros… de los
buenos que ves pocas veces en tu vida.
Hace
unos Meses, antes de una de las excursiones que se hacen cada 2 meses, Marcos
recibió su autorización para viajar y –tal vez por preadolescente o porque
otros lo hacían- se dio vuelta para cargar a Caio porque él no viajaba. Caio no
es un pibe más de la Isla, Caio es especial, y por eso no permitimos que lo
carguen así. A Marcos le pasó lo que le pasa a la gente buena: lo vi, me enojé
terriblemente y le saqué la hoja con la autorización. Le grité que no tenía
derecho, que tenía que ser mejor persona, que no podía cargar a alguien como
Caio, que debería tener vergüenza. Él tuvo vergüenza. No estaba acostumbrado a
ser el malo de la película, se le notaba en la carita.
El
sábado siguiente se suspendió la excursión por una tormenta. Hicimos una
actividad especial en el convento de la Isla y Marcos quiso entrar. Antes de
dejarlo le pregunté si había aprendido la lección. Le pregunté si entendía que
había hecho un daño sin necesidad y que uno era consecuencia de sus actos. Me
dijo que sí. Se respiraba honestidad y por suerte lo dejé pasar.
A
los pocos días Marcos y Ada tuvieron que escaparse con su familia hacia
Paraguay o hacia algún rumbo desconocido para proteger a un hermano mayor que
había quedado marcado en un conflicto. De un día para el otro, Marcos y Ada
agarraron lo que tenían a mano y se fueron a Retiro y de ahí a quién sabe
dónde. No pudimos despedirnos y
desde ese día yo solo me pregunto qué lección será la que deberíamos aprender
acá.
Si
pudiera tener una conversación más con Marcos y con Ada les diría que hay cosas
que no son consecuencia de nuestros actos, que no nos corresponden y que sin
embargo hay que vivir. Que eso no tiene ningún sentido y que sin embargo es lo
que domina el mundo.
Sin
embargo también les diría que vale la pena ser bueno porque eso, aunque muy
lentamente, también contagia. Y les diría que me perdonen. Que fui dura, que no
entendí que en la Isla ser bueno es una decisión que hay que tomar todos los
días, todas las horas, cada dos minutos.
Acá
termina el 5to año del Deporvida. Quise compartir con ustedes, que están presentes
y que hacen posible esta actividad, esta experiencia que no tiene moraleja para
que sepan que cada sábado damos lo mejor que nosotros y que, aunque sabemos que
no vamos a cambiar el mundo, le ponemos el pecho con amor a todo lo que venga.
Porque a pesar de algunos traspiés creemos que es mejor mantenerse en
movimiento que mirar desde la silla.
Les
deseo junto a cada uno de los voluntarios y de los chicos y chicas del
Deporvida una feliz navidad y un feliz año 2013. Pero feliz todo entero, los 12
meses que vienen.
Salud.
Caro Pierri
Voluntaria
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